jueves, 14 de agosto de 2008

Burbujas y Estrellas .


Esa niña tuvo su primer escena de conciencia en una sala grande, muchas camas, algunas cunas, paredes altas y ventanas chicas, casi hasta el techo, todo de blanco, sin ningún dibujo, sin colores, sin estrellas ni mariposas; había mas princesas, ella era la mas pequeña, cuando se dio cuenta, una señora vestida de blanco le envolvía sus brazos y piernas con vendas, al ultimo, su cabeza; ella solo observaba sin decir nada, volteaba y frente ella, otra princesa empezaba a llorar, su cabeza ya estaba cubierta con las vendas, otras señora de blanco le dijo: __no llores, espantas a la mas pequeña, mira; ella no llora_.

En ese momento esa niña de cinco años, se dio cuenta que no tenia miedo, que no sabia porque las demás nenas lloraban, a veces en la noche, abrazando sus muñecas, en medio de la sala fría con olores raros, olores feos, cada una con sus pesadillas, cada una con sus miedos.

Otro destello; su cuerpecito en una cama rara, con luces arriba, formando un circulo grande, de pronto, una manguera larga y en la punta una mascarilla color negro, que le pusieron en la boca y nariz, al mismo tiempo una inyección que le dolió mucho, pero que no tuvo tiempo de llorar, mientras el Sr. con algo en la boca le decía, tranquila, tranquila, ella pataleaba fuerte la camilla, el olor era intenso y muy desagradable, otra doctora le dijo cuenta del numero 10 al 1, despacio. 10... 9... 8... 7...

Cuando abrió los ojos, ahí estaba su mami, con la mirada atenta a ella, le acaricio la frente y le pidió que no se moviera, esa princesa tenia a su lado a su muñeca preferida, solo la abrazo y observo a su mami, que tenia una sonrisa dibujada pero en sus ojos había un poco de tristeza. En ocasiones, jugaba en la tina grande, en la tina donde salían burbujas grandes y ella permanecía largo tiempo, jugaba a que entraba a una alberca enorme, y que se sumergía entre las burbujas, esas burbujas le daban toques a sus piernas, toques mágicos que le pondrían unas piernas bonitas, burbujas que se llevarían el dolor, burbujas que también le pintaban sus piernas para que al caminar brillaran como estrellas pequeñitas, así lo pensaba ella, y sin quejarse o llorar, aceptaba a jugar a poner sus piernas lindas.

Los días pasaban y ella imaginaba que estaba en un lugar atrapada con otras princesas, imaginaba que tenia que estar tranquila para que las demás pequeñas no lloraran, sabia que en la tarde llegaba la Señora Buena, la que las saludaba con sonrisa y besos, sobre todo, les llevaba ese vasito de nieve de limón, que aunque solo era para la niña que estaba enferma de la garganta, la señora buena, le daba a todas.

Llego el día de ir casa, esa princesa soñaba e imaginaba que iba en un carruaje, jalado por caballos blancos, y que la sirena, eran trompetas largas que les avisaban a todos, por donde pasaba, que ahí iba ella. Bajó del carruaje, su mami y su papi la ayudaron a caminar, lento, primero un pie, después otro, ella vestía un camisón blanco, con destellos que salían de las estrellas.

En cama, ella dibujaba, escuchaba el radio, imaginaba cada personaje de las canciones, el ratón vaquero, pepe grillo, también al conejo; esa historia era la mejor, la que le contaba a su papito cuando el regresaba a casa, el se sentaba junto a ella y le preguntaba que nuevas aventuras había tenido ese conejito ese día. Su mami, solo la escuchaba, la observaba y sonreía, pero siempre, esa princesa pensaba, porque mi mami tiene ojos tristes?

La princesa cansada de estar siempre en cama, cansada de nada nuevo, ya no sentía placer en dibujar, y no era que ya no le gustara estar en su castillo, rodeada de mariposas en la pared, ni de la sabana de conejitos, lo que a ella ya no le gustaba era ese aparato pesado y feo. Esa mañana sin pensarlo, cuando su mami ya se había ido a trabajar, cuando su abuelita le había dejado la bandeja con el rico desayuno, en la cama, ella se quedo en silencio, apagó el radio y escucho que su abuelita ya había entrado a la cocina, destapó sus piernas, se deslizo por la cama, bajo de ella; primero, las manos al piso mientras sus piernas estaban todavía en la cama, se giró y bajó las piernas poco a poco, las dos al mismo tiempo porque estaban sujetas a esa barra de metal que separaba pero que al mismo tiempo mantenía a los dos zapatos feos, firmes y paralelos, se arrastró poco a poco por el piso, hasta llegar a la puerta y le puso el seguro, no quería que se dieran cuenta que se quitaría el aparato, se arrastró de regreso a la cama, haciendo los mismos movimientos, desabrocho la cinta de cada zapato, y poco a poco, despacito, fue sacando de sus pececitos ese aparato feo, lo dejó a un lado de la cama, se cubrió las piernas con la cobija y puso la bandeja del desayuno, vio la tele y con una sonrisa de satisfacción, disfrutó de ese desayuno, el mejor que había probado, no sabia porque, pero la sensación de liberarse de ese aparato, fue lo mejor.

Cuando ella calculo el tiempo en que su abuelita regresaría a verla, hizo lo mismo, se arrastro por la cama, el piso, siempre cuidando de no mover las piernas, quito el seguro de la puerta, regreso a la cama y se puso ese aparato, la abuelita regreso al poco tiempo y no se dio cuenta, así pasaron los días, y ella siguió haciendo esta travesura, era su secreto, eran sus minutos de libertad.

Supero la rehabilitación, con ayuda de la gran alberca de burbujas que le daban toques de magia a sus piernas, empezó a caminar, regreso a la escuela, y disfrutaba cada momento, jugaba con sus hermanitos, subía a los árboles, disfrutaba en las alturas con ese columpio que su abuelo construyó; brincaba, corría y siempre seguía imaginando, al conejos y sus tantas aventuras. Esa princesa fué una niña feliz, sin miedos, sin lágrimas, nunca se pregunto, porque, porque a mí.







1 comentario:

Edgar Paul Palacios Reyes dijo...

ya escribe algo no? Ivy ya escribe algo!!!!